Estamos cerca de la Navidad y muchas empresas reúnen a sus trabajadores para celebrar un anticipo de esta festividad. Sin embargo, en ocasiones, sin que seamos conscientes, se producen un desenfreno en el consumo de sustancias y conductas adictivas en las comidas y cenas navideñas de empresa.
Basta con observar como los medios de comunicación en estas fechas alertan del peligro de conducir tras estas cenas o comidas debido al consumo de alcohol u otras sustancias. No solo en Navidad, las personas beben o se “pasan” con la comida u otras sustancias e, incluso, con la compra de la lotería de su trabajo. Sin embargo, en esta fechas, las comidas y cenas de empresa adquieren especial protagonismo junto con conductas que pueden acarrear graves problemas pese a se verse como normales. Es más, lo raro, es no llevarlas a cabo. Esta permisividad frente al consumo excesivo de sustancias y práctica de conductas con potencial adictivo muy elevado favorece creencias erróneas en relación a la aceptación social de estas conductas. Incluso algunos pacientes en nuestra consulta hablan de forma jocosa de la cocaína como el polvo blanco de la Navidad. ¿Dónde está la gracia? No tiene nada de gracioso y la Navidad Blanca no tiene nada que ver con consumir cocaína u otros tóxicos.
No solo nuestra integridad física se pone en peligro si nos excedemos bebiendo, comiendo, jugando o tomando sustancias, sino que muchas más áreas se ven igualmente afectadas. Es evidente que la probabilidad de accidentes aumenta (por ejemplo, caídas, accidentes de tráfico) o problemas de salud (comas etílicos, arritmias, hipertensión. subida de glucosa…). Accidentes y problemas de salud, sin ánimo de exagerar, que pueden acabar con la vida de la persona o dejarle secuelas muy serias. Asimismo, pensemos que otras áreas se ven de igual forma perjudicadas.
Hacer cenas o comidas de empresa puede favorecer la cohesión dentro de los equipos de trabajo, aunque a veces, el resultado no sea el esperado. En las comidas y cenas de empresa los superiores y compañeros de trabajo “embriagados” por la desinhición que representa reunirse con los compañeros en un ambiente alegre y distendido. Estas situaciones incitan a beber, comer, bromear…pero, pasados ciertos límites, se convierten en contrariedades. Qué triste que para poder pasarlo bien se nos transmita la idea de que las sustancias van a hacer que lo pasemos mejor.
En estas cenas o comidas, los excesos son continuos. Se bebe más, se come más…y hasta, en bastantes casos, consumir cocaína se ve con complacencia. No olvidemos que aunque nos encontremos en un contexto distendido, son nuestros compañeros de trabajo y jefes los que nos acompañan. ¿Qué pasa si un jefe observa en estos eventos que bebemos más de la cuenta, vamos frecuentemente al aseo y volvemos “espitosos”, comemos de forma desmedida…? Sí, estamos fuera del trabajo pero nuestros superiores ¿pensáis que van a tener la misma opinión de nosotros cuando nos reincorporemos a nuestro puesto de trabajo? Y no solo empleados pueden llegar a consumir en exceso, sino también los propios superiores, en ocasiones, dan una imagen lamentable delante de sus equipos. En cualquier caso, trabajador o superior, va a ser la “comidilla” los días o semanas siguientes, siendo objeto de burlas, risas… y, poniendo en entredicho la autoridad y buen hacer profesional. Por otra parte, de todos es conocido como dicen coloquialmente “que los niños y los borrachos dicen la verdad” Bajo los efluvios del alcohol o de otras sustancias controlamos tanto lo que decimos o hacemos y podemos hacer comentarios poco apropiados a nuestr@s compañer@s que se pueden sentir muy molestos o hablar más de la cuenta y poner en entredicho temas o proyectos de empresas que son confidenciales.
Por otra parte, cuando se llega a casa ¿todas las parejas u otros miembros de la familiar van a estar de acuerdo con las condiciones lamentables por estar bebido o consumir otras sustancias o sentirse mal por haber comido de forma desmesurada? Puede que también la familia vea con displicencia este hecho pero, en otras ocasiones, es una fuente de conflicto porque los miembros de la familia no aprueben estas conductas, ya no digamos si además menores están viendo como su padre o madre llega en condiciones tan pésimas. ¿Qué ejemplo estamos dando a nuestros hijos? Al día siguiente ¿pensáis que si una persona no ha podido controlarse, puede rendir en su centro de trabajo o de compartir el tiempo con su familia?
Comprar lotería es todo un ritual en Navidad pero hay personas que en su afán por conseguir dinero y poder “dejar de trabajar” compran dentro o fuera de su trabajo, cantidad de décimos dejándose más de la mitad de sueldo o incluso el sueldo integro de ese mes. Dinero indispensable para hacer frente a otro tipo de necesidades. No queremos decir que comprar algún décimo de lotería en esas fechas sea malo pero la compulsión con la que se atesoran décimos con la esperanza de que les toque hace que se pierda el control y se lleguen a generar problemas económicos o de otra índole. Sin embargo, pocas personas se paran a pensar que la diferencia entre comprar un décimo o veinte, apenas aumenta la probabilidad de ser los afortunados.
No vamos a extendernos mucho más pero también la necesidad de ir “perfectos” a la fiesta tanto en cuanto al aspecto físico como la indumentaria hace que, algunas personas, semanas se lleven a cabo dietas estrictas y se compren ropa o complementos que exceden sus posibilidades.
Es cierto que no en todas las personas se produce este desenfreno pero sería conveniente reflexionar sobre cuál es el verdadero espíritu de la Navidad y alejarnos de las creencias erróneas sobre la necesidad de consumir para sentirnos felices. La felicidad es poder compartir nuestra amistad y cariño con quiénes nos rodean, ya sean compañeros de empresa, amigos, familiares, etc. Las comidas y cenas de empresa son una ocasión para relacionarnos y comunicarnos siendo nosotros mism@s sin depender de ninguna sustancia o elementos externos. ¡ FELICES FIESTAS!
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